sábado, 8 de diciembre de 2012

Fernanda Pérez


Comentario reflexivo individual sobre seminario de bioética:
Dilema de la inmunización masiva.
Autor: Fernanda Pérez J.


La inmunización se considera como uno de los grandes avances en la medicina moderna, ha permitido mantener las enfermedades infecciosas bajo control durante periodos prolongados, mejorando así, la calidad de vida y supervivencia en las poblaciones. Sin embargo hace unas décadas surge la dudas sobre el uso de un conocido persevante en las vacunas; timerosal,  el cual se define como un derivado de mercurio, uno de los elementos químicos mas tóxicos en la tierra después del uranio. Su uso procede desde la década de los treinta, con la finalidad de antifungico y antimicrobiano en los frascos de multidosis generalmente.
Múltiples estudios se han realizado en torno a este tema, ninguno con respuestas asertivas en su totalidad frente al problema planteado; verificar la relación directa entre timerosal y daño neurológico. Los estudios no llegan a resultados claros debido a encrucijadas de epidemiología y estadística. Sin embargo, los antecedentes que existen  sobre el actuar en general del mercurio como agente tóxico biológico, nos brinda pistas frente a las posibles consecuencias que podría tener este tipo de solución química en inmunizaciones y es precisamente, por este motivo el que ha llevado a muchos países europeos a retirar  de sus programas de inmunizaciones las vacunas con altas dosis de timerosal, remplazándolas por bajas o nulas dosis.
La controversia tiene abundantes aristas ricas en debate; no solo se considera una hipótesis de daño neurológico en poblaciones de riesgos como lo son los menores de edad, sino también como un debate económico en acceso a la salud, alterando el principio bioético de la justicia. En chile, los niños del sector privado acceden libremente a vacunas que pueden ser libres de este componente químico con capacidad neurotóxica, solo deben cancelar el costo de $60.000 por dosis.  Además no se les condiciona el acceso a otros beneficios ni se ven obligados a ser vacunados. A modo contrario de lo  que ocurre en el sector público;  los menores de edad son vacunados bajo la condición de limitar la entrega de leche, vulnerando el principio de autonomía de los usuarios. Las madres acceden a vacunas con poca información sobre posibles consecuencias y sin tener mayor elección que optar por las brindadas en el servicio público.
¿Es justo que los niños de mayor acceso social a servicios de salud puedan elegir que vacuna ocupar? No, no es justo, según la constitución del estado de Chile, TODOS somos iguales en acceso y libertad, sin embargo en este caso la libertad no se ve respetada, no se respeta tampoco la autonomía que ahora se garantiza en una ley ni tampoco es un acto digno de un profesional de la salud la condicionalidad de la alimentación sea cual sea el motivo que quiera ocupar para dicha acción.
Las vacunas sirven como una manera de protección masiva en las  poblaciones, lo cual es un bien mayor de no maleficencia en acción. Protegernos unos a otros de posibles infecciosas que pueden ser mortales en las poblaciones de menores de edad. Es imaginable pensar que es lo que sucedería, si la mayoría de la población del servicio público comienza a desistir de este beneficio no menor que se  entrega, quizás nos veríamos enfrentados a escenarios epidemiológico distinto al que tenemos ahora, y lo que me hace pensar aún mas… ¿serían las personas capaces de asumir su responsabilidad sobre el acto de rechazar la inmunización. Serían capaces de asumir la posible muerte de un menor de edad por una infecciosa que era prevenible por una vacuna a la cual no accedió por miedo a un deterioro neurológico?
 Es aquí, donde juega un rol clave el consentimiento informado que no se tiene en práctica a nivel de atención primaria. Los profesionales de la salud necesitan protegerse a si mismo y validar además el derecho de autonomía de las personas bajo la información correcta y mas actualizada frente al uso de este componente. Me parece relevante el uso de consentimiento informado en los niveles de atención primaria, no solo como una herramienta de protección a la autonomía, sino como también una forma de protección al profesional de salud. Pero ante todo constituye un paso para desarraigar el paternalismo en salud que está muy presente todavía en nuestra sistema. Constituye un desafío no solo en educación, sino en cultura y en desarrollo moral frente  a como el propio individuo asume y maneja las decisiones en su vida.
El problema base en este dilema no es en sí el riesgo que posee el timerosal, eso todavía no está confirmado en forma unánime, lo relevante aquí es como el principio  de justicia se ve vulnerando; porqué unos pueden elegir y otros no, porque a unos se les condiciona otra necesidad humana como es la alimentación y lo mas grave aún se les condiciona la dignidad frente a un beneficio dejando a  un lado su autonomía. El proyecto de ley  (disminución de la dosis de timerosal) emitido el año 2010 busca disminuir la brecha en acceso a esta inequidad de elección. Debemos ser justos y poner en una balanza el bien de la comunidad contra la multiplicación de infecciosas y posibles consecuencias neurológicas en ciertos grupos de niños con mayor predisposición metabólica a toxicidad.
Informar a los usuarios es la base para promover cambios, manifestarles el mejor conocimiento y el respeto a una autonomía responsable; que promueva la libertad de decisiones pero también la conciencia plena de las posibles consecuencias al elegir un camino o el otro.
Abandonar el paternalismo no es un camino fácil, promover cambios de visión y culturales en salud es una gran misión y tarea de todos, solo así lograremos que los usuarios hagan pleno derecho de sus deberes y derechos. 

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